Adiccion A La Ficcion

Por medio de una herida se pueden redactar varias cosas: una carta maldiciendo su suerte, un poema dolorido de desamparo y duelo, un cuento con moraleja o un diálogo insomne entre lo que fue y lo que no ha podido ser, pero solo Sara Levesque puede redactar una novela de una exaltada prosa poética en que la llaga deja de escocer y se sana desde dentro. Y para que este ejercicio de curación se torne en universal, Sara Levesque ha deci dido que el lector sea su cómplice.

De ahí que, se dirige a él de manera epistolar como si esta novela fuese una gran carta a ese lector irreconocible que se une a la autora en su ca tarsis.

Así lo revela desde su principio (“con este libro me desvisto ante ti, entién deme, no te ilusiones”) hasta su final (“antes de acabar te haré una pregunta, querido Lector...”). Sara se dirige al lector en una captatio benevolentiae llena de inocencia y lo realiza de manera natural, atrevida y terriblemente descarnada.

Para la autora, somos testigos di rectos del desarrollo de apertura y cierre de una historia, de la evolutiva sanación de una herida. Solo un autor que quiere la literatura puede vencer el pudor inicial y desvestir su alma, como ella misma afirma desde el principio del relato, frente a los ojos asombrados de un lector que, estupefacto, presencia tan despiadado sinceridad.